Julio Ruiz de Alda Miqueléiz. Tomás Ruiz de Alda García, tatarabuelo de Julio, natural de Oteo (Álava), en el último tercio del siglo XVIII se afincó en Estella al contraer matrimonio con la estellesa María Josefa Gil de Ollobarren Arteaga. El abuelo, Pablo Ruiz de Alda Díaz de Baquedano, falleció con cien años y seis meses. Y el padre de Julio, Silvio Ruiz de Alda Vergara (Estella 1867-1928), como liberal sacó acta de concejal en el ayuntamiento de Estella elegido en 1905.
Del liberalismo evolucionó hacia posturas nacionalistas, figurando en 1918 como miembro del consejo de administración de la Sociedad Inmobiliara Egaechea (su hermano Cesáreo fue secretario del Centro Navarro, nombre con el que era conocida la sede de los nacionalistas vascos en la ciudad).
Casado con Francisca Miqueléiz Cortabarren, nacida en Ezcároz, valle de Salazar, el matrimonio tuvo doce hijos, de los que ocho llegaron a la edad adulta. Cuatro de ellos, manifiestamente nacionalistas (Ángel, afiliado al PNV; Lorenzo, concejal nacionalista en 1931; y Pablo, socio del Centro Navarro), avanzada la República, por influencia de su hermano Julio se adscribieron al falangismo. La hija, María del Puy, tesorera de Emakume Abertzale Baltza, toda su vida siguió fiel a sus convicciones vasquistas.
De los hermanos, tres murieron en la Guerra Civil luchando en el bando de los sublevados (Julio, cofundador de la Falange, en Madrid; Eustaquio, Capitán de Artillería y de Aviación, en el frente de Toledo; y Antonio, Alférez de la Legión, en el frente de Madrid), y dos (Ángel y Nicolás) fallecieron junto con sus esposas cuando el 8 de febrero de 1949 desapareció en el mar el avión en el que viajaban a Copenhague para asistir a una feria industrial.
Julio (Estella 1897-Madrid 1936), con 16 años ingresó en la Academia de Artillería de Segovia, obteniendo el número uno de su promoción. En 1919, con el grado de teniente, fue destinado al Protectorado Español de Marruecos, que vivía momentos difíciles por la sublevación de las tribus locales. En 1922, interesado por los avances técnicos, accedió al curso de observadores de aeroplanos en la Escuela de Los Alcázares (Murcia), lo que llevó a sus padres a plantearle por telégrafo la disyuntiva de «Renuncia a aviación o familia». La amenaza no surtió efecto, y Julio se convirtió en uno de los pioneros de la aviación en España.
Terminado el curso, volvió a Marruecos para servir como copiloto en las escuadrillas de reconocimiento en Tetuán, recibiendo su avión, en la misión de Koba-Darsa, 27 impactos de bala. De esa estancia cuenta la anécdota de que en la toma de Xauen vio salir a la comunidad judía, precedida por sus rabinos, entonando canciones en español antiguo (sefardí o ladino) y dando vivas a la reina Isabel la Católica, monarca que los había expulsado de España (Sefarad).
En 1925 realizó el curso de piloto en Alcalá de Henares, presentándosele la ocasión de participar en la gesta de cruzar por primera vez el Océano Atlántico en vuelo entre España y Argentina a bordo del hidroavión Plus Ultra. Vuelo al que he dedicado otro trabajo en esta web.
Ya con el grado de comandante, en 1928 Julio Ruiz de Alda y Ramón Franco planearon dar la vuelta al mundo, emulando la gesta de Elcano, teniendo que desistir por una avería en el aparato. Al año siguiente planearon el vuelo de España a Nueva York, que fracasó al tener que amerizar cerca de las islas Azores. En este vuelo, del que trato más abajo al hablar de Ramón Franco, surgieron desavenencias entre Julio y Ramón, que la deriva política de ambos las agrandó.
Julio, hombre de férrea voluntad, con amplios conocimientos en ingeniería, consiguió una excedencia en el Ejército para iniciar una gran actividad civil: para Electras Marroquíes participó en el proyecto y construcción del salto del río Lucus; puso en funcionamiento el aeródromo de Tetuán; junto con los hermanos Ansaldo desarrolló diversas actividades industriales; gestionó la empresa familiar, dedicada al curtido de pieles en Estella; y con Pablo Rada fundó la Compañía Española de Vuelos Fotogramétricos (CETFA), primera empresa de fotografía aérea en España, fotografiando, para realizar catastros aéreos, Álava, Navarra y algunas confederaciones hidráulicas. Entre 1924 y 1926 puso en Madrid los cimientos para crear una importante industria aeronaval, para lo que proponía la nacionalización de la aviación española. En 1930 regresó a Buenos Aires para realizar un levantamiento aerofotogramétrico.
Con la caída de la monarquía y la llegada de la república, como miembro de la Sociedad de Estudios Vascos sobrevoló Navarra haciendo propaganda en pro de la Asamblea de ayuntamientos Vasco-navarros y del Estatuto de Estella.
Pronto pasó a la política nacional. Tras una breve estancia en el Centro Constitucional de Maura y Cambó, en mayo de 1931 conoció a Ramiro Ledesma Ramos (uno de los intelectuales que dieron forma al pensamiento fascista en España), estableciendo contacto con grupos de la derecha más radical, donde fue acogido con entusiasmo por su aureola de héroe aviador. Y por el hecho singular de que fuera uno de los poquísimos aviadores militares que no siguieron fieles a la República.
A raíz de una entrevista en El Fascio, se ve obligado a pasar a Francia, donde toma contacto con José Antonio Primo de Rivera, creándose entre ambos una fuerte afinidad ideológica que les lleva a crear un nuevo grupo político a imagen y semejanza de otros partidos europeos, repartiéndose los papeles: José Antonio, buen orador, el proselitismo; Julio, hombre de «oratoria maciza, algo desmañada y premiosa» (Areilza), incansable organizador, la cohesión del grupo y la planificación de actividades. Brazo derecho de José Antonio, al que en la crisis interna de 1934 impuso como Jefe Supremo, se reserva la Jefatura Nacional en ausencia del líder.
Ramiro Ledesma Ramos hizo de Julio esta semblanza: «Carece casi en absoluto de capacidad expresiva, de cualidades para la tribuna y el mitin (...) Pero posee, en cambio, gran agilidad para extraer de los hechos del día las consignas que corresponden, virtud que es imprescindible para el ejercicio del mando en una organización política. Muchas veces, en el seno del Triunvirato parece que era Ruiz de Alda quien con más rapidez y justeza señalaba lo que convenía hacer, y por qué razones». Dionisio Ridruejo dijo que «era más bien un símbolo con pocas disposiciones para la gestión política».
Publicadas sus obras, en su pensamiento figura el desprecio a las elecciones y la «glorificación de la violencia», definiendo a la Falange como «un movimiento exaltado y violento, dirigido a las nuevas generaciones».
Dirigente de magnífica ejecutoria, por una serie de razones -su profesión, su sentido de lo popular, su serena intrepidez- representaba al tipo humano que en todas partes ha dado a los movimientos fascistas triunfales las mejores aportaciones.
Su actividad política, molesta para el Gobierno republicano, motivó que en 1932 su empresa de fotografía aérea fuera vetada en cualquier concurso público, lo que lo unió aún más a José Antonio, llevándoles, al año siguiente, junto con Alfonso García-Valdecasas, a fundar el Movimiento Español Sindicalista, que al año siguiente se uniría con las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS) de Ramiro Ledesma Ramos. Se ignora si intervino en la formación en 1932 de una célula de las JONS en Estella.
José Antonio dudaba si constituir ya la Falange como partido, o esperar a tiempos más favorables, mientras que Julio, más expeditivo, quería dar ese paso para ofrecer un banderín de enganche a los simpatizantes del fascismo. En 1933 destaca Julio en la presidencia del mitin fundacional de la Falange celebrado en el Teatro de la Comedia de Madrid, y en 1934, fusionados con las JONS, se constituyen como partido político, del que Julio, uno de los miembros del Triunvirato Ejecutivo, posee el carnet número tres.
En el I Consejo Nacional de Falange es elevado a la Presidencia de la Junta Política, y se le atribuye la adopción del nombre de Falange y el azul mahón como color distintivo de su indumentaria. En noviembre de 1933 crea el Sindicato Español Universitario, con el que organiza actos como el asalto al local de la FUE (Federación Universitaria Escolar) en la Facultad de Medicina de Madrid.
En la Falange, Ruiz de Alda marca perfil propio, divergiendo de José Antonio en numerosos temas. Se opone a la «unidad de misión en lo universal» a la «unidad de destino» joseantoniana, y suya es la frase «España limita al sur con la vergüenza de Gibraltar», cuya recuperación desea y así lo manifiesta en todos sus mítines, mientras que ese tema no interesa a José Antonio, de clara tendencia filobritánica.
Su destacada actividad en Falange lo convierte en objetivo de los pistoleros de la izquierda más radical. En diciembre de 1933 sufre un atentado en Tudela (Navarra), con incendio de su coche. El año siguiente, él y José Antonio hacen frente a los pistoleros que habían disparado a los asistentes en el acto que la Falange celebraba en el Teatro Calderón de Valladolid.
Según relata Manuel Valdés en De la Falange al Movimiento, en junio de 1936, en el seno de la Junta Política de Falange, había dos corrientes: «una pesimista, encabezada por Julio Ruiz de Alda, en el sentido de que todo se nos había ido de las manos, y, en contra, otra, mantenida personalmente por mí, que partía del principio de que era necesario ir la Movimiento porque nuestra gente, nuestra base, participáramos o no participáramos, irían de todas formas al movimiento».
Enrique Pavón, en De la vida de José Antonio, señala que la opinión refrendada por Julio se mostraba partidaria de una demora en el Alzamiento «hasta tanto quedase asegurado nuestro predominio y participación preponderante de nuestras fuerzas ante las demás organizaciones armadas». Producido el Alzamiento militar, Julio acaba apoyándolo.
Derrotada la Falange en las elecciones de febrero de 1936, el 14 de marzo de ese año, al hacerla responsable de los actos violentos –con algunos muertos- desarrollados tras la victoria del Frente Popular, la Falange es ilegalizada, y Julio, José Antonio, y otros dirigentes, son encarcelados, y preso en la cárcel Modelo de Madrid sorprende a Julio el alzamiento militar del 18 de julio.
Su esposa, Amelia Azarola, hace de enlace entre los encarcelados y el exterior, introduciendo y sacando de la prisión papeles y objetos. La última vez que ve a su marido, le transmite la noticia de que su Padre, Emilio Azarola, ha obtenido su libertad haciendo gestiones ante un personaje del Frente Popular. Julio le pregunta si la libertad es también para sus compañeros. Al decirle que no, renuncia a la libertad y le contesta: «en este caso, guárdala. Yo no puedo traicionar a mis camaradas». También transmite a Amelia su temor de que la Falange, estando descabezada, pueda ser infiltrada por sus enemigos de izquierda o de derecha, lo que con el nuevo régimen franquista sucedió.
El 22 de agosto de 1936 corre por Madrid el rumor de que los presos de derechas están organizando una fuga de la cárcel Modelo. Reaccionan los milicianos anarquistas ametrallando desde una casa vecina el patio de la galería destinada a los militares, matando a varios. Al día siguiente asaltan la cárcel haciéndose con su control. Los presos comunes se amotinan, provocan un incendio, y los milicianos aprovechan la ocasión para fusilar a 30 presos políticos, entre ellos, Julio Ruiz de Alda.
Hay confusión sobre las circunstancias del asesinato. Zugazagoitia afirma que, detenido, «abrumó con inventivas a los que lo conducían. Repelió alguna agresión, y ya pasado el patio, mientras los fusileros corrían sus cerrojos, siguió gritándoles su desprecio. La escena impresionó a cuantos la vivieron. Fuerte, buen tipo (medía 1,80), arrogante siempre, pero más arrogante en aquel momento, su figura imponía respeto. Antes de que la muerte se le fuese encima tuvo tiempo de gritar su nombre y filiación».
Paul Preston, en El holocausto español, da dos posibles versiones: el fuego fue consecuencia del intento de fuga de los falangistas (hipótesis compartida por Hugh Thomas), o los anarquistas incitaron el desorden para tener un motivo para fusilar a los falangistas.
En junio de 1939 el régimen franquista exhumó sus restos y los trasladó a Estella. Una mujer, Carmen Gómez Galiana, con la que Julio había mantenido relaciones intimas pagadas con 300 pesetas mensuales, se presentaba públicamente como su viuda, lo que llevó a Amelia Azarola a demandarla por suplantación de personalidad.
Amelia Azarola Echeverría, esposa de Julio Ruiz de Alda, nace en Santesteban (Navarra) el 29 de enero de 1907, hija del republicano Emilio Azarola Gresillón, ingeniero de caminos, alcalde de Santesteban en las elecciones de 1931, diputado a Cortes por el Partido Radical Socialista, ingeniero director de la Junta de Obras del Puerto de Santa Cruz de Tenerife. Y jefe de la Secretaría Particular y Política de su hermano Antonio, contralmirante, ministro de Marina en el gobierno de Portela Valladares, comandante general del Arsenal de El Ferrol, que al producirse la sublevación militar es fusilado, el 4 de agosto de 1936, por permanecer fiel a la República. Los Azarola eran miembros de una familia de militares que había emigrado a Uruguay.
Amelia estudió medicina en Madrid (1925-1931), becaria de la Residencia de Señoritas que dirigía María de Maeztu. Vicepresidenta (1927) y tesorera (1928) de la Asociación Profesional de Estudiantes de Medicina, junto con Aurora Riaño y Emilia Ceroso cortaron la cabeza de una escultura de Alfonso XIII hecha por Benlliure, por lo que fueron encarceladas. Al proclamarse la República portó la bandera republicana en nombre de los estudiantes en el relevo de San Bernardo a la Puerta del Sol. Ese mes de abril, a raíz de los sucesos de San Carlos (revuelta estudiantil y ocupación de la facultad de medicina pidiendo la libertad de los compañeros que habían firmado un manifiesto revolucionario), firmó, como miembro de la comisión elegida en representación de los alumnos de pediatría, el acuerdo de no asistir a clase por «la actitud anti universitaria e indigna del profesor (Enrique) Suñer», catedrático de Pediatría, ultraconservador.
El 21 de octubre 1931 se casó con Julio Ruiz de Alda, candidato a diputado por Navarra en las listas del Centro Constitucional de Francèsc Cambó y Gabriel Maura, cuyas elecciones no llegaron a celebrarse por la proclamación de la República.
Destacada alumna de Juan Negrín (fisiólogo de renombre mundial, profesor universitario y presidente del Gobierno de la República entre mayo de 1937 y marzo de 1939) en sus clases de medicina, elegida por su maestro para trabajar en el Laboratorio, en 1934 presentó y defendió la tesis doctoral Asimilación del ácido láctico: investigación experimental, sobre origen, absorción, toxicidad y tolerancia y destino del ácido láctico en el organismo animal.
A través de ella Julio Ruiz de Alda había mediado ante Azaña, Prieto y Negrín buscando un acercamiento entre ellos y José Antonio. Acercamiento desestimado por Negrín porque los falangistas «están llenos de generosidad y patriotismo, aunque extraviados en sus tendencias y métodos, infinitamente más extranjerizados de los que ellos pensaban», según escribió Mariano Ansó en Yo fui ministro de Negrín.
Por su parte, Julián Zugazagoitia, director de El Socialista, afirma: «Siempre he creído que el apasionamiento de Negrín (hacia Amelia) procedía de los informes más o menos concretos que pudo obtener de aquella discípula suya, que habiendo figurado en los cuadros más liberales de los estudiantes de medicina, se había unido, inmediatamente después de su casamiento, a las ideas falangistas de su marido».
Jesús Galíndez, que la visitó varias veces en la cárcel, no opina igual. Según escribe en Los vascos en el Madrid sitiado, «para nadie era un secreto la divergencia política estridente del matrimonio, lo que no era obstáculo para que estuvieran profundamente enamorados […] La conocí a primeros de 1937; aún no sabía la suerte corrida por su esposo y de momento no osé comunicársela; meses después sería yo mismo quien se lo dijera».
Tenga razón Zugazagoitia o Galíndez (igual que este opinan Negrín e Irujo, como veremos más adelante), lo cierto es que después del fusilamiento de su esposo, ya en libertad se integró en la sociedad franquista: en 1938 fue nombrada Asesora Nacional de Sanidad y Puericultura y regidora nacional de las organizaciones Juveniles Femeninas. En 1940 y años siguientes fue directora del cuerpo facultativo del Hospital Niño Jesús de Madrid. En 1944 accedió al cuerpo de Médicos Pediatras del Estado, y en 1948 obtuvo el Premio de la Sociedad de Pediatría de Madrid por un trabajo historiográfico sobre Guillaume de Baillou, médico francés que en 1580 escribió el libro Epidemiorum, en el que describía todas las enfermedades infecciosas conocidas: sarampión, difteria y peste bubónica.
El fusilamiento de Zugazagoitia, que la había solicitado como testigo en su juicio (el tribunal no la aceptó), y la gran represión franquista, la llevaron a abandonar la política, desapareciendo de la actividad pública excepto en los homenajes a su esposo.
Los autores falangistas no la mencionan en sus obras, pero mantuvo contacto con jerarcas del régimen. Así, en la boda de su hijo actuaron como testigos los ministros del Aire y de Agricultura, y asistieron los exministros falangistas Raimundo Fernández-Cuesta y Rafael Sánchez Mazas.
Pocos días antes de que Julio fuera asesinado, es detenida tras la acusación de no ser afecta al régimen constitucional, recluida en la cárcel de Toreno, y después en el Asilo Hospital San Rafael, habilitado como cárcel de mujeres.
El 8 de febrero de 1937 comparece ante el juez de instrucción, ante el que niega pertenecer a algún partido político; haber realizado propaganda de ninguna clase, ni en pro ni en contra del régimen republicano; no haber tenido conocimiento previo de la sublevación, ni ella ni su esposo. Antes de firmar la declaración hace constar que «en sus exposiciones pública ha defendido siempre su criterio republicano».
Para avalar sus declaraciones solicita como prueba que se pida testimonio a los ministros Juan Negrín y Manuel Irujo, quienes al exhorto del juez responsable del Juzgado de Instrucción de Urgencia nº 7 de Madrid, de fecha 4 de marzo de 1937, responden:
Negrín: que «fue una de las organizadoras de las federaciones universitarias estudiantiles, colocándose siempre en la vanguardia de los grupos liberales juveniles que representaban la opinión izquierdista de la política. Cree incluso que ocupó cargos en las juntas directivas de estos organismos […] Que su matrimonio con Ruiz de Alda no influyó en sus ideas política y que simpatizaba con todo lo que representaba lealtad para la República instaurada el año 1931. Siempre manifestó que su unión conyugal no suponía para ella una abdicación en la manera de pensar […] Que estima un deber testimoniar que Amelia Azarola merece en su concepto todo nuestro respeto, y que duda que nadie pueda culparla de actividades políticas contra el régimen, ni demostrar relación alguna con la sublevación militar». También expone el fusilamiento de su tío Antonio.
Irujo: que «casada con Ruiz de Alda, conservó su significación contraria a la de su marido. A ello condujo a Amalia Azarola su educación en la Escuela Libre, cuya influencia siguió después de casada […] Que la distancia del modo de pensar de ambos era notoria y expresiva, hecho del cual responde el informante de ciencia propia como testigo de vista que presenció las conversaciones y tomó parte de ellas […] Que podía asegurar sin temor a equivocarse que Amelia no fue fascista jamás; que nunca tuvo contacto con esa organización, que no participó en las actividades de su marido; y que ni directa ni indirectamente tomó parte en la preparación y desarrollo del movimiento de subversión […] Afirmo pues, con arreglo al sentir de mi conciencia, que Amelia Azarola no puede ser reputada como desafecta al Régimen» republicano. Además, Irujo envió al director general un telegrama en el que decía que estaba dispuesto a recibir en su casa a Amelia por ser hija de un diputado republicano al cual le unen relaciones personales.
El juez también preguntó al presidente de la comunidad de vecinos donde vivía. La respuesta fue que Amelia nunca hizo actividad ni comentario alguno en contra del régimen constituido, y que en las conversaciones tenidas con ella siempre se manifestó en sentido izquierdista.
Las declaraciones de Negrín e Irujo son tan contundentes que el fiscal retira las acusaciones y el Tribunal dicta sentencia absolutoria. Sin embargo, Cazorla (Delegado de Orden Público, comunista y sucesor de Santiago Carrillo en el cargo) se niega a ponerla en libertad y la mantiene retenida de cara a un posible canje de prisioneros. Amelia es trasladada a la cárcel de Valencia, donde permanece desde el 31 de abril de 1937 hasta el 7 de julio del mismo año, siendo llevada a la casa de ejercicios espirituales de los jesuitas en Alaquás, habilitada como campamento para la reclusión de Damas Fascistas, donde ejerce su profesión médica.
El 8 de agosto la visita Irujo en Alaquás, quedando impresionado por su estado físico y psíquico. Trasladada a Barcelona, después de una nueva intervención de Negrín es canjeada, recobra la libertad, y se traslada a Pamplona. Lo recoge Paul Preston en El holocausto español, pág. 538, y Julián Zugazagoitia en Guerras y vicisitudes de los españoles. Tras la exhumación de los restos de Julio, acude a su funeral y entierro, vestida de negro y sin derramar una sola lágrima. A partir de ese momento, vistió siempre de luto.
Amelia Azarola falleció, en su Santesteban natal, el 20 de agosto de 1994.
Su único hijo, Juan Antonio, nacido en 1933, cuyo nombre parece deberse a la relación que Julio tenía Juan Antonio Ansaldo, cursó la carrera de Empresariales en España y fue uno de los primeros españoles en obtener un máster en Harvard.
Sin vinculaciones políticas, inició su vida laboral en el Banco de Bilbao; cofundó Banif, primera entidad española en gestionar grandes fortunas; trabajó en el Banco Hispano Americano, casándose con Pilar Moreno Tozer, hija de uno de sus históricos directores generales; volvió al Banco de Bilbao, donde presidió su filial Banco de Comercio. Secretario general del Fondo de Garantía de Depósitos, por el gobierno de Felipe González fue nombrado subgobernador del Banco de España, y al cesar en este cargo, dirigiéndose en julio de 1988, con el segundo de sus diez hijos, Miguel, de 19 años, a disfrutar de «unas vacaciones, algo que no he podido hacer en muchos años», ambos fallecieron en la carretera Sevilla-Badajoz, término de Santa Olalla, al chocar frontalmente con un camión que circulaba por la izquierda.
En su etapa funcionarial, junto con Mariano Rubio, gobernador del Banco de España, culminó uno de los mayores saneamientos del sector financiero español. La máxima de Juan Antonio se resumía en que está bien que las instituciones financieras ganen dinero, pero no que luego lo repartan sin control. Desde su puesto, forzó la creación de provisiones para los fondos de pensiones de los trabajadores, para el riesgo-país y para cualquier tipo de crédito que bancos y cajas hubieran concedido por muy bueno que fuera el cliente (El País, 13-07-88).
Pablo Rada Ustárroz, de familia humilde, hijo de un carpintero que murió cuando tenía quince años, nació en Caparroso el 30 de junio de 1901. De muy joven comenzó a trabajar en la herrería del pueblo; pasó a los talleres de Múgica, Arellano y Cía, arreglando maquinaria agrícola por los campos, y con dieciséis –otros dicen que con diecinueve- años entró como mecánico en la Azucarera de Marcilla, de donde fue despedido (1920) por participar activamente en la huelga convocada por el Sindicato Único. Hasta ese momento había tenido que simultanear el trabajo con la asistencia a clases nocturnas en la escuela del pueblo.
El despido le permitió estudiar peritaje mecánico en la Academia de Cervera (Valencia), colocándose en una compañía de transportes marítimos de Palma. En 1924, habiendo conseguido el título de mecánico ajustador, inicia la mili obligatoria en el Regimiento de Artillería Ligera nº 11 de Burgos. Pide acudir al Curso de mecánico de Aviación convocado en Cuatro Vientos (Madrid), sacando el número uno de su promoción. Al acabar es destinado a la Escuela de Tiro y Bombardeo del Aeródromo de Los Alcázares (Murcia), de donde pasa a la base de hidroaviones El Atalayón (Melilla), donde participa en la Campaña del Rif, destacando por su arrojo y temeridad, y trabando una profunda amistad con Ramón Franco, hasta el punto de considerar decisiva la influencia de Rada en la deriva política del menor de los Franco.
Ramón Franco lo describe así: «tenía salud fuerte, inteligencia, peso reducido, desinterés, sacrificio, arrojo hasta la temeridad, hombre de pocas palabras, y por otro lado necesitaba recompensar a este muchacho que conmigo había compartido los peligros de la guerra, a quien en vuelo muchas veces las balas contornearon su silueta. Otras veces, con grave peligro, se salía en vuelo por las alas y cubierta del hidroavión para evitar que una pequeña avería reparable pudiera convertirse en algo irreparable, sin preocuparse ni de quemaduras producidas por los gases de escape, ni de que una hélice pudiera alcanzarle, como de hecho pasó cuando una le hirió en el tobillo, por lo que tuvo de estar un mes sin poder hacer servicios. Tampoco tenía miedo a que la velocidad del avión pudiera precipitarle al vacío. Muchas veces, después de estar trabajando día y noche sin parar, tenía que aprovechar los cortos minutos del vuelo entre Melilla y el campo enemigo para dormir algo, ya que durante la noche tenía que revisar, preparar, y cargar el hidroavión para salir al día siguiente de madrugada». Con esta experiencia y opinión, se comprende que lo eligiera para acompañarlo como mecánico en el vuelo del Plus Ultra entre España y Argentina.
Durante el vuelo de Plus Ultra, además de lo señalado en la primera parte de este trabajo, en cierta ocasión, atento al ruido de los motores, en pleno Océano, cuando el hidroavión empezó a perder altura en medio de una tempestad, se ofreció a lanzarse al mar para aligerar el peso de la aeronave. En Río de Janeiro, en un vuelo de prueba, al incendiarse una tubería de gasolina del motor, Rada se desnuda y la apaga con su ropa y su cuerpo, sufriendo quemaduras en el vientre, que tardan en curar (ya lo decía la copla: “…si no por el culo de Rada se incendia el avión…”). Poco después de despegar en Montevideo, se produce la rotura de una tubería, y Rada, en pleno vuelo, la sustituye por otra de goma, para lo que trepa sobre el ala con el avión volando a unos 200 km./h.
Estas o otras hazañas, divulgadas por la prensa, unidas a su origen humilde, con el que se identificaban las clases populares, y su simpatía personal, hicieron que, a pesar de su papel secundario (mecánico), alcanzara una notoriedad y popularidad superior a la de sus compañeros de expedición. Sobre todo entre las mujeres, que fuera cual fuera su condición social, se le ofrecían para lo que deseara, viéndose obligado Franco, con frecuencia, a rescatarlo de entre sus admiradoras. Atracción que conservó toda su vida: se cuenta que estando exiliado en Francia, no pudo ingresar en la Masonería porque el día anterior a su ingreso fue encontrado en la cama con la esposa del Gran Oriente.
El regreso a España, debido a que el Plus Ultra fue regalado a la Argentina (existen rumores de que fue regalado para ocultar las pruebas del espionaje industrial de que fue objeto, lo que alteró el plan previsto de regresar volando de Argentina a España pasando por Terranova), no lo hizo con sus compañeros de expedición, teniendo que quedarse a prepararlo para la entrega.
Una vez regresado, Alfonso XIII le condecoró con la Medalla Aérea, la más alta condecoración militar en tiempos de paz, y con la Medalla de Oro del Trabajo, concedidas ambas «por los méritos excepcionales durante el vuelo del Plus Ultra al contribuir de forma decisiva, con su esfuerzo, al éxito de la empresa tan gloriosa»; la casa Ford de Madrid le regaló un automóvil; los alemanes, una moto; los obreros de Huelva un martillo de oro; a ambos lados del Atlántico se hicieron colectas que lo llenaron de dinero; Pamplona lo nombró hijo adoptivo; y en su pueblo se recogió dinero para regalarle la casa en la que había nacido, además de nombrarlo hijo predilecto y poner su nombre a una calle.
En el proyecto de dar la vuelta al mundo volando, ideado por Ramón Franco, y abortado al tener que amerizar cerca de Faro (Portugal), Rada tuvo que permanecer mucho tiempo en el agua, reparando la vía de agua que sufrió el aparato, lo que le produjo una pulmonía de la que nunca se recuperó del todo.
Abandonado el Ejército -lo que le impidió participar en el frustrado vuelo entre España y Nueva York- se casó con una bella muchacha de su pueblo, a la que al llegar la República abandonó, secuestrando a sus hijos. La madre, para recuperarlos y evitar que Rada conociera su intención, salió del pueblo oculta en un carro de paja, montó en Tafalla en el tren, llegó a Madrid, los cogió y volvió al pueblo, donde pasaron penurias y estrecheces mientras el padre llevaba una vida licenciosa y derrochona.
En Madrid, Pablo se dedicó a la mecánica; en 1930 en Getafe obtuvo el título de piloto civil; y se convirtió en un golfo divertido, uña y carne de Ramón Franco, iniciando una frenética actividad política vinculada al anarquismo, que le acompañó toda su vida.
El último año de la Monarquía, volando con su inseparable Ramón Franco, fue el encargado de tirar bombas sobre el Palacio Real –no las tiraron, como cuento más abajo-, teniendo que exiliarse en París, donde vivieron a costa del dinero que Francisco Franco envió a su hermano Ramón.
Al proclamarse la República vuelve a España y solicita su ingreso en la Aviación Militar. Al no convalidarle el título de piloto civil, lo solicita como piloto de complemento, lo que tampoco consigue al denegárselo por carecer de los estudios exigidos. Tiene que llegar la guerra para que se le reconozca el grado de oficial de aviación.
Aumentando su actividad anarquista, el 11 de mayo de 1931 encabezó a los que con bidones de gasolina, que él había cogido en Cuatro Vientos, intentaron incendiar los locales de Prensa Española, editora de ABC. También fue uno de los que dirigieron la quema de conventos, y participó en la sublevación de Cuatro Vientos (el 15 de diciembre de 1930, tres días después de la sublevación de Jaca, un grupo de militares, dirigidos por el general Gonzalo Queipo de Llano y el comandante de aviación Ramón Franco, tomaron el aeropuerto).
Con Antonio Rexach como piloto, hacen la guerra por su cuenta en misiones arbitrarias, por lo que se les niega la posibilidad de seguir volando. Rada es destinado a comprar armamento en Francia, acusándole de dilapidar 20 millones de pesetas que Largo Caballero le entregó para comprar unos aviones que nunca llegaron.
En septiembre de 1931, Pablo, debido a su actividad política, radical y revolucionaria, ingresa como preventivo en la cárcel de Sevilla. El director del penal, orgulloso de tener preso a un héroe del Plus Ultra, en vez de encerrarlo en el pabellón de los comunes lo instala en una celda individual. Entre las atenciones que recibe, un preso común, carterista, al que llamaban el Potaje, que tenía libertad de salir y entrar en la cárcel para adquirir lo que le pedían los presos distinguidos, todas las mañanas le lleva el desayuno que compra en un bar próximo.
Cierto día, aprovechando la ausencia del oficial de guardia, del cambio de turno, y de que el guardia de puertas, recién llegado, no conocía a los presos, sale el Potaje junto con un ayudante; regresan con las bandejas de desayuno, y aprovechando que el guardia de puertas no los ha visto entrar, vuelve a salir el Potaje, con Rada como ayudante, a devolver al bar las bandejas. Ya en la calle, Rada monta en un coche que lo esperaba y huye.
Por algún motivo el guardia sospecha, va a la celda de Rada y encuentra una carta de despedida para el director de la prisión, que a consecuencia de la fuga es cesado. La policía lo encuentra en una pensión, con el nombre falso de Julián Fernández, estudiante de ingeniería. Tenía un revolver y cuatro documentos falsos. Lo encierran en la prisión de seguridad de Puerto de Santa María, de donde con otros veinticinco presos se fuga por un túnel que habían excavado. La mayoría son encontrados, pero Rada permanece huido más de dos años, hasta que al decretarse una amnistía se presenta en comisaría.
En 1936, junto con Antonio Rexach se presenta a las elecciones como diputado del Partido Andalucista de Blas Infante. Al acabar la guerra emigra con sus hermanos a Venezuela.
Después de 30 años de exilio, y tras varias intervenciones quirúrgicas, gravemente enfermo regresa a España para poder fallecer en la Patria. Francisco Franco, en «atención a ser el último superviviente de la gesta gloriosa del Plus Ultra», y a su enfermedad terminal, haciendo una excepción (el resto de los militares republicanos tuvieron que esperar a la llegada de la Democracia) le reconoce el título de comandante con carácter honorífico.
Ingresado en el Sanatorio Naval de Los Molinos, fallece el 18 de mayo de 1969. Se recoge así el óbito: «En el Sanatorio de la Armada Española ha muerto hoy, a las 9 de la noche, Pablo Rada, que fue mecánico del histórico vuelo del Plus Ultra. La muerte le sobrevino a consecuencia de un colapso cardiaco. Esta noche se espera que lleguen al sanatorio sus hijos. Se cree saber que sus restos mortales recibirán sepultura en Logroño. Pablo Rada Ustárroz regresó a España el pasado 19 de febrero, procedente de Caracas, y gravemente enfermo fue de inmediato trasladado en una ambulancia al Sanatorio de la Marina en Los Molinos. Había sufrido en Caracas dos operaciones de vesícula biliar, y al agravarse su estado en tierras americanas manifestó su deseo de regresar a la Patria, de la que faltaba hacía más de 30 años. Contaba 77 años de edad».
Contra lo anunciado, y a pesar de que sus dos hijos, Pablo y María Delia, viven en Pamplona, es enterrado en el Panteón de la Armada. Al entierro asisten representantes de la Armada, encabezados por el coronel Belascoáin Romero, y del Ejército del Aire, representados por Sánchez Quirós.
En La Dehesa de la Villa (Madrid), dos calles que se cruzan llevan los nombres de Aviador Franco y Mecánico Rada. Los dos amigos permanecen unidos.
Ramón Franco Bahamonde, cuarto hijo del matrimonio formado por Nicolás Franco Salgado-Araujo y Pilar Bahamonde, más listo que su hermano Francisco, el dictador, heredó de su padre Nicolás (en 1907 abandonó el hogar familiar en El Ferrol para instalarse en Madrid) el gusto por el juego y la vida alegre, lo que le llevó a frecuentar «timbas, burdeles, teatrillos y fiestas hasta el amanecer». Simpático, hablador, juerguista y revoltoso, con tendencia enfermiza hacia el exhibicionismo, en Melilla subió desnudo a un escenario y raptó a la corista. En otra ocasión, portando solo el correaje y la pistola, se presentó desnudo ante su superior. Era frecuente verlo caminar sin ropa por el paseo marítimo de Los Alcázares, nos dice Francisco Escartí.
Modesto Madariaga dijo de él: «joven, díscolo y extremista, pero extremista puro, sin la menor idea del sentido de su extremismo, que no sabía si era de derecha o de izquierda». Más popular que el más famoso de los toreros, perseguido por todo, combatiendo a todos.
Recordándolo, su primera esposa, Carmen Díaz Guisasola, con la que para eludir la autorización real se casó a escondidas en Hendaya, enemistándolo con el dictador Primo de Rivera y con su hermano Francisco, lo describe así: «no era alto, apenas un metro sesenta centímetros, tenía algo de tripa, y su pelo rizo había comenzado a desaparecer, pero yo no veía nada de eso. Sólo sus ojos verdes, arrogantes, que te taladraban, pero que escondían algo: traumas, miedos, complejos, rencor hacia los niños que le recordaban el abandono de su padre y el odio a la sociedad mezquina y chismosa del Ferrol de entonces».
«Muy seguro de sí mismo, valiente, impulsivo, mujeriego y cariñoso, me atrajo su fuerza, su personalidad (...) y su divertida locura (...) Me enamoré de él totalmente, porque toda su persona, una desarreglada persona, por cierto, que siempre llevaba el uniforma arrugado, emanaba un extraño magnetismo y un atractivo que lo convertía en el príncipe azul de mis sueños de colegiala» (Carmen, hija de un acaudalado ingeniero propietario de un taller automovilístico en Irún, había vivido y estudiado en París; tenía diecinueve años y él veintisiete).
El matrimonio duró hasta que Carmen, despreciada, ninguneada, frustrada, e incapaz de darle un hijo, al enterarse de la doble vida sentimental que lleva (tenía en Barcelona una amante embarazada) le fuerza al divorcio.
Divorciado, Ramón se casa con Engracia Moreno, su amante, muchacha de veinte años, de gran belleza, que trabajó en un circo y había posado de modelo para la célebre alegoría de la Segunda República.
Matrimonio que no aceptó su cuñada, la mujer de Francisco Franco (lo dominaba, en su presencia siempre estaba cohibido, y para ella nunca dejó de ser el comandantín de los primeros tiempos de Oviedo), logrando que a Engracia, ya viuda, le hicieran la vida imposible, y que sobre su hija montaran una historia que negaba su paternidad.
Hija que en 1976 hizo llegar a Buenos Aires el sextante del Plus Ultra que su padre había conservado como recuerdo, del que decía que si «el hidroavión fue el cuerpo; el sextante fue el espíritu».
En 1920, obtenido el título de piloto de aviación, con 24 años cumplidos es destinado con el grado de teniente al Protectorado Español de Marruecos, donde participa en más de 120 misiones aéreas. En el norte de África se integra en la población local hasta el punto de hablar árabe, vestir chilaba y, para escándalo de sus paisanos, leer en público el Corán. De esa etapa, por su arrojo y sus actuaciones temerarias, a la Medalla Militar Individual sumó el apodo de el Chacal, del que se sentía orgulloso.
Después del viaje del Plus Ultra, que trato en otro artículo, su envanecimiento, radicalismo y bandazos lo aíslan de sus compañeros, sufriendo frecuentes arrestos. Necesitado de prestigio, en 1928, en una gesta que bautizan como Numancia, fracasan en el proyecto inicial de dar la vuelta al mundo (tienen que amerizar cerca de las playas de Faro por avería en el aparato). El año siguiente, junto con Julio Ruiz de Alda, Eduardo González-Gallarza (ayudante de Alfonso XIII en esa época, futuro ministro del aire con Francisco Franco) y el mecánico Modesto Madariaga (Pablo Rada había abandonado el ejército, lo que le impidió participar), intentan llegar de Madrid a Nueva York, en vuelo de diez días (Los Alcázares-Azores, Azores-Halifax, Halifax-Nueva York, Nueva York-Washington, Washington-Terranova, y Terranova-Galicia) a bordo de un Dornier-16 no autorizado (el Gobierno había ordenado que fueran con un avión español).
El tiempo era muy malo. Ruiz de Alda apenas podía tomar datos de la posición. Con las primeras luces del día divisan en el horizonte lo que creen ser montañas y son nubes. La borrasca desvía su ruta, pasan de largo las Azores y, en medio del Atlántico, tienen que amerizar al acabarse el combustible. Lo recuerda Ramón Franco: «Tocamos agua a las ocho de la mañana del día 22 para orientarnos. Entonces no se nos había agotado la gasolina. Amaramos a algunas millas de las Azores, que habíamos pasado a causa de la niebla sin verlas […] Por el mar, y ayudándonos con los motores tomamos rumbo a las islas. El viento no nos dejaba avanzar, y a las cuatro horas de navegar así, a unas veinte millas de las islas nos quedamos sin esencia. Entonces el viento jugó con nosotros a su capricho. Nos llevó en direcciones distintas en un radio de 200 kilómetros, haciéndonos retroceder lo que antes nos había hecho avanzar y así describíamos una especie de gran círculo de un radio del cual afortunadamente no salimos […] Siempre recordaremos la noche del 27, fue terrible. El mar azotaba fuertemente el ala izquierda y veíamos desesperados destrozarse también el ala derecha. Además resistióse el alerón de la proa […] Fijaos si sería duro el mar que la punta del hidro, que es de acero, está abollada como si fuera de hojalata […] La situación era tan desesperada, y cuando más arreciaba el enorme temporal pensábamos en la necesidad de cortar las alas, pero afortunadamente no fue necesario».
La radio no funcionaba. Las artes de pesca que tenían preparadas las habían olvidado en la base. Todos los días lanzaban al mar una botella con sus coordenadas. El día 27 un ala queda sumergida porque le ha entrado agua. El hidro queda inclinado peligrando que una ola de través lo volcara. Madariaga, sujeto por la cintura con un cabo que los demás sujetan, introduce en el otra ala el agua necesaria para estabilizar el aparato.
Con el hidroavión convertido en barco, «Hacemos un recuento de los víveres […] Tenemos poco agua, y esta desaparece rápidamente. Tratamos de recoger agua de lluvia; después de un fuerte chubasco obtenemos escasamente medio litro de agua bastante sucia. Echamos mano entonces del último recurso: el agua de los motores, que suponíamos mala y casi imposible de beber. Nuestra sorpresa y alegría suben de punto al comprobar que es un agua clara e insípida, de la que disponemos el enorme tesoro de 130 litros, cuyo consumo tasamos en dos litros diarios. De los víveres que tenemos para ocho días hago pequeñas raciones para que duren un mes, y yo me encargo de ser su único distribuidor. Tengo que vigilar a Ruiz de Alda, que un día, acuciado por el hambre, cogió unas galletas y se las comió ocultamente. En broma le amenazamos con cortar unos filetes de su robusta pierna. En la cabina de los motores, en lo más alto del hidro, establecemos una severa guardia con relevo cada dos horas, en la que nos turnamos todos. Allí colocamos todo el arsenal de señales de que disponemos, incluso unos potentes gemelos de largo alcance, de mi propiedad, que la dejadez habitual de Ruiz de Alda dejó perder al bordo del Eagle (el navío que los rescató), y que habrán contribuido a reforzar el equipo de alguno de sus tripulantes ingleses».
«Nuestra situación, aunque incómoda y peligrosa, no deja de ser interesante. Mientras todo el mundo se esperaba la noticia radiotelegráfica que confirmase nuestra llegada a Horta, éramos como héroes de leyenda, abandonados en pleno océano; viviendo de nuestros propios recursos, en espera del auxilio ajeno que nunca llega, viendo con profunda inquietud cómo paulatinamente van desapareciendo nuestros escasos víveres y cómo los elementos, en lucha contra nuestro frágil cascarón, logran poco a poco abatir y vencer su resistencia».
Dos cruceros, con a cada dos hidroaviones, los buscan sin éxito, y, pedida la ayuda internacional, se monta un dispositivo en el que participan un total de trece naves de España, Gran Bretaña, Italia, Portugal y Francia. El 29 de junio de 1929, a las tres y media de la madrugada, cuando estaban a punto de perecer, por pura casualidad el portaviones inglés Eagle, que había dado por finalizada la búsqueda y regresaba a la base, los rescata y lleva a Gibraltar.
Cuando terminan las alegrías del regreso, investigaciones periodísticas descubren que Franco, en el último momento, había cambiado de aparato manteniendo la matricula del original, asignada por las autoridades. El Gobierno, desairado y en posición comprometida, le acusa de que en el cambio había habido dinero de por medio, y le obliga a causar baja en el Ejército. Por su parte, Ramón Franco acusa al Gobierno del poco apoyo recibido, y, para desquitarse de la calumnia de haber aceptado sobornos de una compañía de hidroaviones extranjera, escribe el libro Águilas y Garras, secuestrado antes de su publicación (Años atrás, con su novela corta Abel mató a Caín intenta ajustar cuentas con su hermano Francisco)
Como reacción, ingresa en la Asociación Militar Revolucionaria (AMR), organización secreta en contacto con los partidos republicanos. Acusado de dar armas a los anarquistas catalanes, que preparan una insurrección, es encarcelado, y cada golpe que recibe en su orgullo lo precipita más y más hacia el anarquismo, en el que militaba su amigo Pablo Rada.
Amnistiado, sigue conspirando, y contra él se acumulan los cargos de provisión de armas y fabricación de bombas para hacer sabotajes, lo que asusta a sus propios compañeros. Interviene su hermano Francisco, a la sazón director de la Academia General de Zaragoza, pero Ramón no rectifica. Creyendo que Andalucía es terreno abonado, allí se dirige para predicar la sublevación entre los campesinos.
El 11 de octubre de 1930, anunciada una huelga general, y temiendo la sublevación de algunas guarniciones militares, es detenido al ser considerado líder militar del republicanismo, y acusado de relación clandestina con grupos políticos, contrabando de armas y fabricación de explosivos. Poco después logra fugarse con la ayuda de Pablo Rada, y desde la clandestinidad sigue conspirando y adquiriendo armas.
Ese mismo año, creyendo próxima la llegada de la República, mientras la policía de Mola detenía al comité revolucionario encabezado por Alcalá Zamora, Ramón Franco, junto con Queipo de Llano (tristemente famoso por su represión en Sevilla durante la sublevación militar), Hidalgo de Cisneros, y su inseparable Pablo Rada, se apoderan de varios aparatos y sobrevuelan Madrid lanzando octavillas contra la monarquía. También lleva bombas para lanzarlas sobre el Palacio de Oriente. Lo relata Ramón Franco en su obra Madrid bajo las bombas: «Me acompaña Rada, que se encarga de hacer el bombardeo. Llegamos sobre el palacio. Hay dos coches en la puerta. En la plaza de Oriente y explanadas jugaban numerosos niños. Las calles tienen su animación habitual. Paso sobre la vertical del palacio, dispuesto a bombardear, y veo la imposibilidad de hacerlo sin producir víctimas inocentes. Paso y repaso de nuevo, y la gente sigue tranquila, sin abandonar el peligroso lugar. Doy una vuelta por Madrid, regreso a palacio y no me decido a hacer el bombardeo. Si llevara un buen observador, precisaría uno de los patios interiores; pero Rada no es más que un aficionado, y no puedo responder del lugar donde caerán nuestro proyectiles».
Fracasado el intento, los conjurados huyen a Portugal, desde donde pasan a Francia, ingresando Ramón en la masonería, y estableciendo contacto con republicanos exiliados como Indalecio Priego o Francecs Maciâ, y anarquistas como Buenaventura Durruti, los hermanos Ascaso y otros. Como anécdota, su hermano Francisco le envía dos mil pesetas porque un Franco no podía hacer el ridículo en el extranjero. «En París –cuenta su esposa- empieza a estar solo y a conocer la que será una constante en su vida política: el aislamiento; pues sus compañeros de aventura republicana no quieren ya saber nada de él».
Al llegar la República, inmediatamente regresa a España, y durante el viaje recibe la noticia de que Azaña, ministro de Guerra, le ha nombrado Director General de Aeronáutica para que reorganice el cuerpo. Miguel Maura reacciona: «Ya está aquí este loco que nos viene a perturbar la República». Y sigue conspirando: el 11 de mayo de 1931, al conocerse el rumor de que Juan Ignacio Luca de Tena había participado en el apaleamiento de un chófer que había dado vivas a la República, al frente de grupos incontrolados intenta incendiar los locales de Prensa Española, editora del diario ABC. Miguel Maura impide el asalto, pero dos tiros perdidos causan sendas muertes entre los asaltantes. La indignación crece, y aquella madrugada, dirigidos por Pablo Rada, se incendian iglesias y conventos con la gasolina que Rada ha retirado de Cuatro Vientos con autorización de Ramón Franco.
Celebradas las elecciones, obtiene dos actas de Diputado, una por Barcelona, a propuesta de Macià, y otra por Sevilla. Entra en las Cortes por Ezquerra Republicana de Cataluña, formando en la ala más radical. Su mala oratoria lo tumba, se le reprocha su trayectoria política, y se salva de un suplicatorio por la ayuda de la masonería.
Abandona el Parlamento, y el gobierno de Alejandro Lerroux lo envía a Washington como Agregado Aéreo. Al producirse el Alzamiento militar, y ser revocado su cargo, regresa, y el asesinato de Julio Ruiz de Alda le lleva a unirse a su hermano Francisco, que lo destina a la base de Palma de Mallorca como Jefe de la Aviación Nacional en el archipiélago.
El 28 de octubre de 1938, contando 42 años de edad, el día que las Brigadas Internacionales se despedían en Barcelona, dirigiéndose a bombardear la Ciudad Condal su aparato cae en barrena y desaparece en el Mediterráneo. No se conocen los motivos. Unos lo califican de accidente por haber exigido demasiado al motor; otros, como su hermana Pilar, acusan a la masonería de sabotaje. Su hermano, el generalísimo Francisco Franco, no acude a su entierro en el Jardín de la Cruz de Palma de Mallorca. Restos que en 1963 son trasladados al mausoleo levantado en honor de los muertos de la aviación franquista durante la Guerra Civil.
Su primera mujer, Carmen Díaz, en las memorias dictadas en 1981 a José Antonio Silva, lo recuerda con algo de tripa, algo calvo, pero dotado de una subyugadora mirada verde: «Aquí está escrita la historia de mi vida, al menos de su primera mitad. La historia del destino que me unió a un hombre inolvidable. Un hombre que en su corto paso por la vida despertó los más encendidos elogios y los odios más profundos. Su vida fue un torbellino, pues como tantos otros de nosotros, como un español más, su peor enemigo lo llevaba dentro, era él mismo. Vanidoso, valiente, generoso; buscándole siempre la cara a la muerte, no tuvo paz ni en el instante postrero. Unos siguen envenenando su memoria, su foto autografiada conservada entre los recuerdos más queridos. otros; los que un día le adularon y después le temieron y combatieron; los que quisieron destruirle, hicieron soplar sobre su nombre el polvo, ávidos de borrar hasta la ausencia […] Yo jamás podré olvidarle».
«Su carácter, a medio camino entre el loco y el iluminado, entre el héroe y el ruin, condensaba las dos Españas que se batían a muerte. En ninguna de las dos podía tener acomodo, y la muerte se lo llevó para que fuera leyenda antes que olvido», nos dice José Antonio Silva.
Para saber más:
Ramón Franco, síntesis de las dos Españas, por Mercedes Puyol.
Mi vida con Ramón Franco, José Antonio Silva recoge los recuerdos de Carmen Díaz, su viuda
Franco el republicano, Internet.
Ramón Franco, el aviador, Francisco Escartí.
El Catoblejas nº 206, nodulo.org, Jeroni Miquel Mas Rigo
mayo 2011, julio 2025